Los juegos del hambre

La primera adaptación cinematográfica de la trilogía literaria Los Juegos del Hambre (aunque el último volumen se dividirá en dos) de la autora Suzanne Collins, ha dado, sin duda, en la diana. Avalada por éxito de crítica y público en todo el mundo llega este 20 de abril a las pantallas españolas. Lo cierto es que su éxito en gran medida se debe sencillamente al excelente material de partida con el que se jugaba, una trama que plantea una realidad brutal en su misma concepción y que, a partir de ahí, desarrolla una crítica feroz al mundo de la televisión y a la sobreexposición que hoy día sufrimos en los medios. Aún partiendo del hecho de que 24 chavales han de combatir a muerte y sólo puede ganar uno, Los Juegos del Hambre no es El Señor de las moscas, la violencia (quizá más explícita en el libro) se dibuja con menor brutalidad de lo que las expectativas derivadas de las críticas de prensa y los avisos de censura pudieran augurar, aunque el dramatismo y la intensidad del film queden intactos. La película no habla de jóvenes convirtiéndose en bestias, sino sobre lo que ocurre cuando la violencia se consume como entretenimiento. Cuando se acepta que ésta forma parte de la vida, o que, tal y como esgrime uno de los personajes, puede llegar a unir a las personas, crear una comunidad de televidentes que asumen el hecho de que niños maten a otros niños como si fuera algo tan natural como respirar.

Jennifer Lawrence resulta espléndida en su papel de Katniss, y su actuación lleva adelante un film que critica repetidamente la cultura televisiva, la sensación de estar en un Gran Hermano constante y cruel, alimentado por las personas que forman parte del mismo. "Si nadie mirase, se acabaría", comenta otro personaje ante el escepticismo de la protagonista, todo es un espectáculo que nosotros mismos alimentamos. En ese sentido la película no podía haberlo reflejado de forma más brillante, y gran parte del éxito de la adaptación se debe no sólo al trabajo del director Gary Ross (Pleasentville) sino a que el guión esté confirmado por la propia autora de los libros. Los Juegos del Hambre es adictiva, ágil y compleja a la vez, está notablemente bien hecha, sobre todo a la hora de reflejar la fiereza del mundo en el que Katniss se ve inmersa sin salida, una sensación de opresión intensificada por el uso de una cámara con planos excesivamente cercanos al principio, tanto que genera más distorsión que perspectiva, lo que, por otra parte, no hace sino aumentar la sensación de que la protagonista no parece tener escapatoria. A la vez que todo se carga de un sentimiento de embotamiento e irrealidad que desaparece en cuanto se pisa la "arena" y la belleza de los bosques sirve de metáfora para la lucha que se produce en ellos. Sin embargo, mientras el vestuario está exquisitamente conseguido, desde los complicados trajes de los habitantes de la ciudad hasta lo de los participantes (o tributos), las recreaciones digitales carecen del realismo de otras superproducciones, dando la sensación de ser más cartón piedra, a pesar de su espectacularidad.
No obstante, es difícil desmerecer la adaptación, trepidante, emocional y dramática. De crítica y diálogo afilado es capaz de atrapar al espectador y aún mejor, dejarle atado a una trama que produce variados quebraderos de cabeza sobre nuestra sociedad actual. Protagonizada, además, por uno de los personajes más llamativos de los últimos años. Ha nacido así una nueva y épica franquicia que, ésta vez, si goza de la calidad necesaria para dejar huella.

Sólo resta decir: "May the odds be ever in your favor".

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