Película del mes: The Descendants

Puede que una de las mayores debacles para George Clooney este año sea que con tal papelón como se gasta en esta película, haya aparecido una persona tan carismática como Jean Dujardin y una película tan curiosa como The Artist para robarle todas las oportunidades de la temporada. Pues lo cierto es que, The Descendants, se sustenta en la particular cualidad de su actor principal para resultar siempre tan convincente como un tipo normal, que, eso sí, se enfrenta a problemas cotidianamente extraordinarios. Esta película no es solamente una espléndida historia contada de forma inteligente y sensible, con altas dosis de sentido del humor (las suficientes para sobrellevar el drama y descubrir ese tercer lado de la vida, generalmente más olvidado: el tragicómico), sino que es posiblemente el mejor trabajo hasta la fecha de su director, Alexander Payne. En su agudo guión se dejan entretejer los hilos de una narrativa sutilmente grácil, aguda y nada sensiblera; junto con una fotografía paisajística (ese Hawái apartado del continente, una suerte de paraíso donde también hay huracanes) y una música excelentes que consiguen la atmósfera perfecta. Payne consigue hablar de temas emocionales sin resultar empalagoso y hacer reír con, y a la vez sin, sensación de incomodidad en un drama sobre como la vida nos da de golpe y de forma natural nos enseña a aprender que hay ciertas cosas que no podemos dejar ir, y otras a las que nunca más podremos aferrarnos. Puede que sea una de las pocas películas americanas que habla sobre el valor de la familia, sin producir una sobreexplotación del espíritu estadounidense. The Descendants fue no sólo una grata sorpresa, sino un disfrute completo. La recomiendo plenamente.

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