Película del mes: El Hobbit - Un viaje inesperado.

 
Lo que hay que tener claro cuando se disfruta de 'El Hobbit', es que no estamos ante una fantasía épica, como ocurría con el 'Señor de los Anillos' (aunque provenga también del imaginario de Tolkien); sino que nos encontramos con una película de aventuras en toda regla, ambientada en el mundo imaginario de la Tierra Media, y con sus contadas pero evidentes reminiscencias y conexiones con la mítica trilogía de la que se sitúa precuela.

Partiendo de este dato, 'El Hobbit' es un gran viaje. Grande en el sentido de bueno, largo y epopéyico en su estructura. El único delito de Jackson es el de la avaricia. Querer convertir las desventuras de Bilbo Bolsón en una narración cinematográfica de 3 volúmenes no puede responder sino a un afán lucrativo tirando a desdeñable. Pero una vez ratificado este hecho, la división de este viaje inesperado en tres partes proporciona al cineasta tiempo para recrearse en los detalles y le permite ser tan grandilocuente como quiera (y como siempre ha tendido a ser). Y también, por lo tanto, su longitud regala al espectador cadentes y extraordinarias visiones de paisajes neozelandeses, escenas naturales de carácter épico (véanse las águilas), grandísimas y entretenidas dosis de acción perfectas para el 3D; y coherentes y afables introducciones de los personajes, en los que se puede ahondar en profundidad y con precisión.

Además, gracias al formato cinematográfico, el que ha sido lector de 'El Hobbit' antes que espectador, puede, ahora sí, ponerle rostro, figura y genio a los carismáticos enanos. Y puede, también, encariñarse con ellos. Éstos vertebran una película encabezada por tres personajes que se complementan entre sí: el simpático Bilbo Bolsón (de Bolsón Cerrado), el estupendo mago Gandalf y el enigmático enano Thorin, interpretado de forma excelente por el inglés Richard Armitage ('Norte y Sur, Robbin Hood'). Este trío es el que saca adelante una historia con calado emocional (y su toque siniestro: el querido y odiado Gollum), pero que a la postre es, como en todo buena saga de aventuras al uso, más una comedia plena de acción, que un drama fantástico como el 'SDLA'. Ligera y divertida, así como intensa y trepidante cuando lo necesita, El Hobbit nos permite regresar a la entrañable comarca, en la que Jackson se recrea; y mediante la que profesa de nuevo su incondicional amor a la obra de Tolkien. Se recupera también la magnífica música de Howard Shore, que revitaliza lo que ya hemos escuchado, vuelve con viejos clásicos y crea para la ocasión una melodía dedicada a los enanos de extraordinaria belleza (una pena que la canción haya sido traducida).

Por lo tanto, bien es cierto que puede que a 'El Hobbit' le cueste empezar (ya sabemos que a Peter Jackson le encantan los múltiples principios y los múltiples finales), y que tiende a resultar un pelín larga. Pero esta nueva puerta a la fantasía desbocada de Tolkien es una armoniosa aunque descompensada fábula, con todos los detalles para que uno disfrute plenamente de los encantos de la Tierra Media sin el desasosiego de la pregunta: ¿conseguirá Frodo deshacerse del anillo?

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