Titanic: 100 años después.

"Lo llamaban el barco de los sueños, y verdaderamente lo era"

Ayer se cumplían 100 años del hundimiento del TITANIC, una de las tragedias que más ha fascinado a público e industria. En el mundo del celuloide se han producido varias adaptaciones, entre ellas, una de las superproducciones más imponentes jamás rodadas, es decir el film de 1997 dirigido por James Cameron y protagonizado por los entonces desconocidos Leonardo DiCaprio y Kate Winslet; rompedor de records de recaudación y ganador de 11 Oscar. Unos 14 años después ambos actores se han convertido en estrellas de Hollywood y su director en uno de los más taquilleros. La película ha sido reeditada en formato 3D este año y relanzada en las salas de todo el mundo, una gran noticia para todos aquellos fans que no pudieron disfutar por entónces del placer de verla en la gran pantalla. Coincidiendo con el centenario no ha sido ésta la única sorpresa cinematográfica, en formato televisivo la cadena inglesa ITV ha producido de la mano del guionista de Downton Abbey, Julian Fellows, una miniserie de cuatro capítulos dedicada al dramático suceso, el cual no parece haber dejado nunca de suscitar un profundo interés relacionado con los detalles que llevaron al barco hacia su tremendo destino.

Lo cierto es que TITANIC es toda una obra de ingeniería visual que realmente merece la pena ver en una pantalla de proporciones al menos equivalentes a las del poderoso navío, que se hundió la noche del 14 al 15 de abril de 1912, llevándose la vida unas 1.500 personas y dejando perecer al 75 por ciento de los pasajeros de tercera clase. Recientemente se ha inaugurado en Belfast, localización de los astilleros donde se construyó el famoso barco, el primer museo dedicado al Titanic, un proyecto de gran envergadura que tiene incluso una réplica de las famosas escaleras de madera a cuyo pie se reunían Jack y Rose antes de la última cena.

La pelicula en sí siempre suscitó una división de críticas, entre quienes la tildaban de un damón romántico sin profundidad o quienes alabaron el trabajo de elaboración de los efectos del hundimiento en un momento en el que "la era digital" no estaba ni de lejos en su apogeo. En cualquier caso, lo que resulta evidente es que Titanic ha sabido aguantar el paso del tiempo. Vista hoy, más de una década después, se mantiene en pié por si sóla, como si se hubiera estrenado ayer. Respecto al 3D, el efecto tridimensional aporta ciertos momentos de excelente profundidad y amplitud y en ese sentido si resulta notablemente impresionante, aunque en términos generales carece de las aves voladoras de Avatar para sentir el vértigo del formato. No obstante, se ha conseguido una magnífica conversión y sigue mereciendo la pena aprovechar la oportunidad de ver una película de este calibre en el cine. Como ha afirmado el propio Cámeron, el 3D es sólo un aporte más, lo verdaderamente relevante es poder volverlo a ver en las salas de cine. En cualquier caso, en una película de casi 4 horas, es fácil olvidarse de que uno lleva gafas, y vivir, sencillamente, la experiencia; pues
tal es el nivel de inmersión en una película ya convertida en clásico.

Resulta curioso, echando la vista atrás, pensar en que ya por entonces Leonardo DiCaprio fue olvidado por la Academia (como ha ocurrido muchas otras veces después), mientras sus compañeras de reparto Kate Winslet y Gloria Stuart eran nominadas a mejor actriz y mejor secundaria respectivamente, aunque tan sólo triunfase (entonces) la segunda. Formando parte de un total de 11 Oscar, incluyendo Mejor Película, Director, Banda Sonora, Guión y un largo y merecido etcétera técnico. Verdaderamente, la música de James Horner es una auténtica maravilla y parte indivisible de un film que ha calado hondamente en la cultura popular y ha dejado marca en varias generaciones de espectadores.

La escala del proyecto, que implicó la construcción de un gigantesco barco a medida del original, y que se hundió, literalmente, por partes para el rodaje del film, no ha hecho sino aumentar las dimensiones de una película técnicamente impecable, cargada de intensidad emocional, que consigue de forma elegante y contundente, definir la idea de blockbuster. Sólo hay que mezclar los ingredientes: un hecho histórico tan dramático y épico como la historia de amor que se encuadra en él, unos protagonistas carismáticos, un guión lo suficientemente ágil y tenso como para atrapar a los espectadores durante la larguísima duración del drama acuático (de hecho, la parte del hundimiento se sucede casi en tiempo real) y una gran cantidad de escenas para el recuerdo, como la de ese beso en la proa del barco en pleno atardecer.

Por encima del siempre complejo proceso del rigor histórico, el intento de veracidad e intensidad dramática del último tercio es todo un hito del cine (recordemos la ruptura del barco, sin ir más lejos), y es innegable que tanto la narración como la espléndida fotografía del film son buenos ejemplos de un engranaje bien engrasado y lleno de laboriosos detalles de recreación. Por ello, y a pesar de que pueda pecar de esa inercia americana que lleva siempre a intentar hacernos llorar, lo cierto es que Titanic ya ha pasado a formar parte de la historia del cine. Y merece la pena volverla a ver.

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