Película del mes: En llamas.

La tendencia popular ha sido la de favorecer esta nueva entrega de la saga de los Juegos del Hambre, dirigida por Francis Lawrence (Soy Leyenda, Agua para elefantes), por encima de la previa, facturada por Gary Ross. Ciertamente, En Llamas gana la partida (una buena noticia para las menospreciadas secuelas) y Lawrence se postula oficialmente como director de las dos partes de Sinsajo. No obstante, esta segunda parte, un inteligente drama que cuenta con una hora de acción ininterrumpida de regalo, cuenta también con dos ventajas importantes. Por un lado, puede permitirse el lujo de oscurecer y ampliar sus tramas sin llegar a ser tan deprimente como lo serán las futuras entregas, y por otro, es sin dificultades un film mucho más complejo que su predecesor. Ambos aspectos poco o nada tienen que ver con el buen hacer del director o del equipo técnico, sino que provienen directamente de los libros.
 
En Llamas, la novela, es mucho más cinematográfica que Los Juegos del hambre, perfecta (aunque no sin retos) para ser llevada a la pantalla y en ella se desarrollan muchas más líneas argumentales que un único bosque de abetos como espacio de despiadada matanza colectiva. Esa es la razón de que el impacto de En Llamas sea mayor, no mejor. Y es que, con todo, no hay que olvidar que ambos guiones han sido co-escritos por la propia Suzanne Collins y a pesar de ello la adaptación de Ross (naturalista, dinámica y con una omnipresente cámara en mano) dejó importantes vacíos narrativos que han sido subsanados con más astucia por Lawrence. Éste ha dotado a la cinta, desde esa magistral escena inaugural de la Katnis arquera, de un carácter propio; jugando con nuevas lentes, más expansivas y principalmente con una fotografía nítida, brillante y de tintes azulados que sintetiza mejor la tensión, el dramatismo y la sangre fría de su protagonista, envuelta en una trama definitivamente más desafiante.


Además, la narración imponía un planteamiento doble para contar la historia, esto es la dicotomía espacial entre el antes y el durante de los Juegos, donde la estabilidad de la cámara y el uso panorámico Imax permiten que la plasticidad de la arena sea en este segundo film mucho menos intimista en una apuesta por la acción prolongada, extraordinariamente comprimida en 60 minutos de metraje adrenalítico con espacio para la interrelación personal. Y es que En Llamas no es una aventura en solitario, sino un juego de alianzas que se contrapone a la desconfianza de la protagonista. Katniss Everdeen no es, a fin de cuentas, ni una heroína, ni una líder, sino una superviviente a todos los niveles. Incluso en el amor, un tema que se baraja de forma desigual sin poder impedir, a pesar de la sensibilidad con que ha sido rodado, la obsesión comercial de los estudios por vender triángulos amorosos en una historia donde la practicidad siempre ganará la partida. Jennifer Lawrence está brillante, demostrando su versatilidad en comedia y drama, rodeada de un cast tan variado como bien elegido (Sam Claflin, Jena Malone) cuya epopeya cinematográfica se ve coronada por un final tan extendido y melodramatizado (en una editable escena de excesiva y autoindulgente metáfora) que sería digno de Peter Jackson y su pasión por los desenlaces múltiples y amontonados, como sin saber dónde poner el punto y final. Aún así, el éxito generalizado de este film es tan merecido como bien escogida la canción de Coldplay, Atlas, para adornar los créditos.
 
 
 

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